Wednesday, July 27, 2005

Este pico de montañas es una de las alturas más alta de los Hymalayas. Se llama Machapuchare y le apodan "el cola de pez", si bien no es el más alto, es uno de los más impresionantes. Se cree que tiene una especie de maldición, ya que muchos montañistas que han intentado escalarlo han sufrido accidentes mortales, con tormentas y vientos fuertísimos. La Paramount pictures, utiliza su imagen al comienzo de las películas, ¡fíjense!
Ante todo, creo que tiene un espíritu poderoso que lo está cuidando. Me encantaba observarlo desde mi balcon en el pueblo de Pokara en Nepal. Es un pueblo que se ha detenido en el tiempo, fue punto de reunión de los primeros hippies que llegaron en los 60. Seguro que tuve una encarnación ahí porque me quedé literalmente, pegada un mes. Después de andar casi 6 meses recorriendo la India, sólo me instalé tres semanas en Varanassi. Fue el período más largo de estadía, porque el resto me lo pasé sobre trenes y buses repletos, mejor dicho micros. Quería estar en "Todas"...las ciudades y pueblos que había escuchado, quería conocer la tierra de Yogananda, abrazar a Amma en Kerala, escuchar junto a cientos de monjes las enseñanzas del Dalai Lama, escalar montañas, ver tigres de Bengala y dormirme mirando el cielo estrellado de luciérnagas mágicas en los parques de Nepal....Y bueno, se paga la cuenta, el cansancio en fin, necesitaba descansar un mes, y simplemente no moverme más. Cuando llegué a mi pieza, que se convertiría mi hogar, escribí lo siguiente: "desde mi balcón se abre un lago cristalino de color casi negro, a lo lejos montañas muy altas se iluminan con rayos gigantezcos que anuncian la tormenta. Las nubes se precipitan sobre el lago y se aproximan al pueblo amenzantes como soldados de un ejército. Sin embargo, uno espera contento el encuentro, la lluvia fuerte sobre tu rostro cansado...ojalá todos los seres del mundo pudieran disfrutar de esta sensación..."


Monday, July 25, 2005

Una estación de trenes en India puede convertirse en una verdadera aventura. Aprendes a llegar con anticipación, y comprendes que si tienes reservado un asiento, esto no importa, a la hora de subir, ¡es la guerra!
Una vez arriba, difrutas de tu asiento para dos con una familia de 7 indios. Pasas a convertirte en el centro de atención con miradas penetrantes, estudiando tu ser intensamente. Luego te acostumbras al espacio, logras escribir unas líneas o leer un libro con un chico a 20 centímetros de tu cara. Luego ya formas parte de la familia. Te preguntan el clásico cuestionario: el nombre, el país y si estás casado. Incluso venden unas poleras que usan los gringos, en su mayoría con estas palabras: "Jhon, USA, Not Married", es decir, Juan, EEUU y soltero. Terminas con ganas de comprártela, pero en India de mochilero te pones muy avaro con todo, y una polera a lo "T-shirt" estaban al final de mi lista de necesidades.
Pueden pasar varias horas arriba de los vagones, si tienes la suerte de irte junto a una ventana el paisaje va cambiando lentamente, con campos de arroz y mujeres cosechando a lo lejos, vestidas con coloridos sarees que flamean como banderitas a la distancia. Siempre erguidas y delgadas, como sabiendo que Dios las hizo bellas para el mundo.
Llega la noche y el movimiento a lo cuna del tren, te va meciendo hasta cerrar tus ojos, entonces, te vas a otros mundos, quizás saludas a tu madre en casa, pero este viaje dura muy poco, un brusco remesón en tu espalda te hace volver a esta realidad extraña, hombres vestidos con telas, rostros oscuros, sonrisas muy blancas... seguirá



Benares, o la ciudad sagrada de Varanassi, siempre mística con su niebla al amanecer, cuando los rayos de sol comienzan a iluminar las ghats(o entradas al rio) que dan a orillas del río Ganges que comienza su recorrido de cientos de kilómetros en las alturas del Himalaya.Personas de todos los rincones de India vienen a peregrinar a esta ciudad, se sumergen en sus aguas, que para muchos es la más contaminada del mundo. Lo que produjo en mí este lugar fue distinto, sentí su espacio sagrado y sin importar los comentarios mojé mis rostro con sus aguas turvias. Me quedé por largas horas sentada a la orilla, sólo observando la gente, los colores infinitos impensables para occidente. En la superficie se observan corrientes extrañas que de pronto giran en sentido contrario. Pude ver un pez grande moverse como un cetáceo, luego supe que una especie muy antigua de delfín habita en sus aguas.
Al anochecer, si logras organizarte para llegar en luna llena, es un verdadero espectáculo para la vista y el alma, la ribera se torna azul y brillan sus aguas a la luz de luna junto a las miles de velitas que flotan en la orilla cargadas con ofrendas de los fieles.